Nuestra historia, nuestro patrimonio : Las calesitas del barrio

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Escribe Liliana Elguezabal

Las calesitas han sido motivo de entretenimiento y alegría de los niños desde hace muchos años. Dar un “vuelta”, subir al caballo o manejar el automóvil, sacar la sortija son recuerdos valiosos de nuestros años infantiles. Por eso son parte de nuestra memoria y tradición, de nuestro patrimonio cultural.

La primera calesita de la que se tiene registro se instaló en Buenos Aires entre los años 1867 y 1870, en los alrededores de la actual Plaza Lavalle. Fue importada de Alemania, la hacía girar un caballo y se mudaba de barrios permanentemente. La primera calesita argentina fue fabricada en 1891, por el francés Cirilo Bourrel, asociado al español Francisco de la Huerta, quien aportó el capital necesario. El primer carrusel nacional fue construido por los hermanos La Savia para la firma Sequalino Hnos en el año 1943, funcionó en un terreno ubicado en Hidalgo y Rivadavia y en 1946 fue trasladado al Jardín Zoológico. En 1978 fue vendido. Lo compró el Club de Leones de la localidad de Ayacucho (Provincia de Buenos Aires), ciudad que lo declaró “Patrimonio de Interés Histórico y Cultural”.

Quienes se preocuparon por recoger y registrar la memoria del barrio de Mataderos recuerdan que alrededor de 1920 existió en la esquina de Av. Juan Bautista Alberdi (entonces Provincias Unidas) y Murguiondo, la calesita de Sabatino. Ésta tenía una particularidad, no la movía el tradicional caballo de calesita ni funcionaba con energía eléctrica. Su dueño había anexado al piso de la calesita 8 bicicletas y las ruedas, apoyadas sobre el terreno, la hacían girar.

En la imagen la calesita que estaba en Parque Saavedra, en 1924.

En Liniers, la “calesita de don Luis”, funcionó en Ramón L. Falcón y Miralla. Había sido comprada por su padre e iba por las kermeses de los pueblos y los barrios de la ciudad hasta que en 1965, Luis Rodríguez la instaló en el jardín de su casa. Su trabajo fue reconocido por el Gobierno de la Ciudad y por sus vecinos. Don Luis fue Presidente Honorario de la Asociación Argentina de Calesiteros, quienes cada 4 de noviembre lo recuerdan celebrando el día del Calesitero.

Otro caso particular fueron las calesitas que funcionaron en el interior de galerías comerciales y mercados. En Mataderos hubo dos: en la Galería Comercial de Av. Juan Bautista Alberdi y Cafayate y en la Galería y Mercado Nueva Chicago de Avenida de los Corrales 7169. Ambas comenzaron a girar en la década del 60. La primera, situada en la planta baja de un edificio de siete pisos, tuvo mucha actividad en la década del 80, cuando en la Avenida Alberdi se hacían los corsos, pero decayó en la década del 90 y hoy ya no existe. La Galería y Mercado Nueva Chicago fue una iniciativa de David Juan Méndez, un empresario local que producía los calentadores El Porteño, un producto accesible para las familias de menos recursos, que tuvo gran difusión. Este empresario mataderense, en 1969, inició Mundo Marino, un emprendimiento en la costa atlántica que abrió sus puertas al público en 1979.

También Liniers tuvo su galería con calesita: La Galería Crédito Liniers, cuyo proyecto fue realizado por el prestigioso Estudio de Arquitectura integrado por los Arq. E.J. Sarrailh, Odilia Suarez, Francisco García Vázquez, Ricardo Frigerio y José Vitale. Tiene acceso por Rivadavia al 11400, Carhué y Ramón Falcón, con una planta en “T”, que remata en distintos niveles en un espacio unificador central. El proyecto incorporaba una confitería, en la intersección de la “T” en un medio nivel por sobre el nivel +-0.00. La calesita se encontraba en el espacio del acceso al entrepiso del subsuelo.

Los testimonios recogidos en el libro Mil Historias, editado por la Asociación Civil Rumbo Sur, y recopilados por la Lic. Nélida Pareja, presidenta de la Junta de Estudios Históricos de Liniers, nos aportan información sobre la galería y la organización que encaró su construcción, Crédito Liniers. Allí, Ignacio, nos cuenta que “el Centro de Comerciantes de Liniers, que funcionaba en un pequeño local de la calle Montiel al 100, fundó “Crédito Liniers” Sociedad Anónima Financiera Inmobiliaria y Comercial en 1955. Su primer presidente fue Don Leonardo Pareja. En esos años los comerciantes de Liniers eran también vecinos del barrio”. En 1964, con el objeto de financiar créditos para la adquisición de viviendas surgió una nueva sociedad: Viviendas Crédito Liniers. Ambas se fusionaron en 1984 dado lugar a “Banco Crédito Liniers”. Posteriormente, en 1984 se convirtió en Banco Liniers y luego en Banco Liniers Sudamericano, único nacido en el barrio. Impulsó a Argencard, la primera tarjeta de crédito del país. Esta institución intervino y financió varias obras en Liniers, entre ellas se destaca la galería Crédito Liniers en 1965.

Ya desaparecida la calesita de la Galería de la Av. Alberdi, en Mataderos, el 13 de noviembre de 1983, se inauguró, en el predio que luego sería la Plaza Salaberry, la calesita “El Capricho” de Miguel Ángel Vignatti, un vecino que había comenzado a trabajar con las calesitas en 1967. En 1990, cuando “El Capricho” se mudó a la Plaza Sudamérica de Villa Lugano, la reemplazó con un carrusel al que llamó “Mi Sueño”. En 1999, “El Capricho” pasó a manos de su hijo mayor, Martín. En 2007, compró y reacondicionó otra calesita, “Stella Maris”, para su hijo Nicolás y en abril de 2015 preparó y puso en funcionamiento un carrusel que había sido abandonado en Tapiales para su hija Stella Maris. Se llama “Valentino” y está instalado en la Plaza María Ana Mogas de Liniers.

Pero las calesitas son más que una forma característica de recreación infantil. Ubicadas en centros locales, se articulan y relacionan con otros elementos significativos para los vecinos como la plaza, el cine de barrio, la pizzería favorita, los locales tradicionales, la esquina y la propia calle o avenida que los alberga. La Legislatura de la Ciudad recogió esta valoración y a través de la Ley 2554/2007 declaro integrante de nuestro patrimonio en los términos de la Ley 1227 Art. 4º inc. h), a un listado de 30 calesitas y carruseles ubicados en parques, plazas y plazoletas. Dos leyes posteriores ampliaron ese listado con la incorporación de otras cuatro, entre ellas la Calesita Mi Sueño de Plaza Salaberry (Ley 3217/2009).

Hace unos años, las calesitas eran un entretenimiento popular en los barrios de nuestra ciudad. Sin computadora, ni juegos de video, ni shoppings los chicos, y aún los adolescentes disfrutaban de ese espacio de encuentro, que hoy ha quedado reservado a los niños más pequeños. Los calesiteros, son pequeños empresarios y como tales sufren el impacto de los vaivenes de la economía, pero continúan resistiendo, rescatando la memoria y manteniendo vivo el patrimonio cultural barrial.

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